A paso raudo, Hugo Alconada Mon entra al Café Vicente López con la mochila colgada de un hombro. Afuera hace un frío atroz pero el sol lo maquilla todo. Saluda con un fuerte apretón de manos y esboza una sonrisa tierna, casi infantil. El mismo contraste que se forma entre el sobretodo estilo Chesterfield, el pullover liso y el pantalón recto y las zapatillas de lona blancas. Deja el abrigo en el respaldo de la silla, pide un cortado y suspira, como si se sacara de encima la rutina, como si se sacudiera la solemnidad del periodista de investigación para dejar en carne viva lo que ahora es: un novelista apasionado. En 2022 publicó su primera novela, La ciudad de las ranas, y fue un éxito de ventas. Este año, hace apenas una semana, tal vez dos, llegó a las librerías la segunda: La cacería de Hierro.
Sobre la mesa redonda del café brilla este artefacto de 239 páginas. Es un policial de época. La historia se monta sobre la muerte de dos nenes —Ponciano, de cinco años; Felisa, de tres— en las afueras de Necochea, un lugar que hoy es turístico pero que en 1892, cuando ocurrió este crimen, es apenas un pueblo rural con vista al mar. Los dos nenes murieron degollados. El presunto asesino también degolló a la madre, pero no: ella sobrevive, y lo señala como culpable. La policía le pide que confiese y, pese a los días de golpes y tortura, el hombre lo niega. ¿Cómo comprobarlo? En La Plata, un inmigrante inteligentísimo de nombre Iván Vučetić —rebautizado en Argentina como Juan Vucetich— está construyendo un método efectivo a partir de las huellas dactilares.
La novela se inicia cuando el otro protagonista, el guardiacárceles Valentín Hierro —personaje de ficción que Alconada Mon introduce en la trama verídica—, va a ver a Vucetich para que le enseñe todo lo que sabe. Su madre murió dos años atrás y necesita esclarecer el crimen. Dos vidas distintas, dos pasados distintos, pero un interés común: surfear la ola del positivismo criminológico que baña a la Argentina.



